Conjuros de agua
~ Adriana Salazar Vélez
Notas
1 Adriana Salazar Vélez coordina un libro que interroga la procedencia del agua, el cuidado que le damos, el despilfarre, su escazes y desde dónde la conjuramos para que pueda estar con nosotros.
2 Es una edición de 500 copias. Impreso en Rebosan, con la paciencia y amor de Patricia. Fue diseñado por el estudio María Marín de Buen. La traducción al inglés fue realizada por José Luis Rico.
3 Las fotografías de Conjuros de agua que aparecen a continuación fueron tomadas por Alex Tapia. Gracias al apoyo de la Graham Foundation este libro pudo publicarse.
1 Adriana Salazar Vélez coordina un libro que interroga la procedencia del agua, el cuidado que le damos, el despilfarre, su escazes y desde dónde la conjuramos para que pueda estar con nosotros.
2 Es una edición de 500 copias. Impreso en Rebosan, con la paciencia y amor de Patricia. Fue diseñado por el estudio María Marín de Buen. La traducción al inglés fue realizada por José Luis Rico.
3 Las fotografías de Conjuros de agua que aparecen a continuación fueron tomadas por Alex Tapia. Gracias al apoyo de la Graham Foundation este libro pudo publicarse.
Conjuros de agua “constituyen una clave de lectura, crítica e incluso defensa ante las asimetrías entre las diversas concepciones del agua que usamos o nos impuestas.”
Desde la fundación de sus primeros barrios, la Ciudad de México ha estado marcada por formas de gestión del agua que no logran situarse en el territorio que ocupan. Estos modos de administrar se originan en palabras de gran envergadura que vienen, además, cargadas por los impulsos que abrieron lugar a la conquista europea: la civilización, el crecimiento, el desarrollo, la modernizacióny otras derivaciones de estas palabras se han puesto en práctica sobre todo el territorio metropolitano desde su colonización, moldeándolo hasta transformarlo en otro. A través de las ideas que resuenan tras estas palabras se ha buscado, por ejemplo, que una ciudad plana encaje a fuerza sobre una cuenca cuyas aguas siempre convergen en lagos. Con la misma lógica se ha decidido aplanar el terreno mientras se valoraban las aguas lacustres a través de una serie de adjetivos que no les eran propios: fueron llamadas excesivas, desbordadas, evacuables, residuales. Con el fin de alcanzar la realidad que los grandes vocablos prometían, las aguas se siguieron nombrando de este modo: desconociendo los lugares por donde brotaban, escurrían, se infiltraban y evaporaban; borrando todo saber que las conectaba a sus cursos milenarios e imponiendo por el contrario formas de control sobre aquello que desde sí se resistía a ser controlado.
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Desde la fundación de sus primeros barrios, la Ciudad de México ha estado marcada por formas de gestión del agua que no logran situarse en el territorio que ocupan. Estos modos de administrar se originan en palabras de gran envergadura que vienen, además, cargadas por los impulsos que abrieron lugar a la conquista europea: la civilización, el crecimiento, el desarrollo, la modernizacióny otras derivaciones de estas palabras se han puesto en práctica sobre todo el territorio metropolitano desde su colonización, moldeándolo hasta transformarlo en otro. A través de las ideas que resuenan tras estas palabras se ha buscado, por ejemplo, que una ciudad plana encaje a fuerza sobre una cuenca cuyas aguas siempre convergen en lagos. Con la misma lógica se ha decidido aplanar el terreno mientras se valoraban las aguas lacustres a través de una serie de adjetivos que no les eran propios: fueron llamadas excesivas, desbordadas, evacuables, residuales. Con el fin de alcanzar la realidad que los grandes vocablos prometían, las aguas se siguieron nombrando de este modo: desconociendo los lugares por donde brotaban, escurrían, se infiltraban y evaporaban; borrando todo saber que las conectaba a sus cursos milenarios e imponiendo por el contrario formas de control sobre aquello que desde sí se resistía a ser controlado.
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